Problemas obsesivos

 Lavarse las manos 20 veces al día, ordenar constantemente, caminar sin pisar las rayas, comer siempre a la misma hora, darle vueltas a un mismo pensamiento durante horas… Mucha gente sufre obsesiones o se tortura con conductas repetitivas. Para uno mismo supone una limitación y una fuente de ansiedad; para los otros, convivir con alguien obsesivo puede llegar a ser realmente difícil.

 

La obsesión compulsiva pertenece, en términos psicológicos, a las patologías relacionadas con la ansiedad. Las personas que la sufren se enfrentan a pensamientos preocupantes que les rondan constantemente. Se sienten obligados, para frenarlos, a realizar una serie de rituales particulares (compulsiones).

 Obsesiones más comunes

En este tipo de trastornos normalmente se unen dos factores: una obsesión y una compulsión. Pero, ¿qué ocultan estos términos?

Todos tenemos pequeñas manías y nos obsesionamos alguna vez con algo. Pero ¿cómo saber si estamos ante un verdadero comportamiento obsesivo o compulsivo? A continuación te presentamos una lista de situaciones que pueden plantearte problemas en la vida cotidiana. Si sufres más de tres, tal vez deberías plantearte que tienes un problema compulsivo:

  • Miedo permanente a las bacterias, los gérmenes y la suciedad. Ello entraña comportamientos rituales como lavarse las manos constantemente, evitar estrechar la mano de la gente, limpiar constantemente el lugar trabajo, evitar los baños o cabinas telefónicas públicas…
  • Dudas sobre lo que acabamos de hacer: ¿hemos cerrado la llave del gas, cerrado la puerta, apagado la luz? La persona obsesiva verifica constantemente las cosas que hace.
  • Pensamientos violentos o de índole sexual a los que no queremos ceder, para lo cual realizamos una serie de rituales que nos ayuden a contenernos.
  • Obsesión por el orden, la simetría, lo que nos hace ordenar constantemente las cosas y agobiarnos si algo cambia de lugar o no está colocado como querríamos (una toalla, un adorno, los papeles de la mesa…).

 

Estos rituales no procuran ningún placer especial al enfermo, pero se siente obligado a hacerlos para evitar otros males. Quien padece obsesiones suele darse cuenta de que sus comportamientos no son normales, pero no puede evitarlo.

Muchas personas padecen de vez en cuando estos síntomas (como ciertas supersticiones, el miedo a que se cruce un gato negro…), pero hablamos de obsesiones cuando estas conductas pueden robar a quien las padece una hora o más diaria de su tiempo e influyen negativamente en su vida (llegar tarde al trabajo por asearse, no poder hacer ciertas cosas, evitar viajar…).

Este tipo de conductas suelen acompañarse frecuentemente de depresión, problemas de alimentación (anorexia, bulimia) y manifestaciones de ansiedad. Para huir de la presión de este tipo de conductas la persona puede refugiarse en el alcohol, las drogas y perjudicar seriamente su vida social, personal y laboral.

Normalmente estos problemas comienzan en la adolescencia o al comienzo de la edad adulta y existe una tendencia familiar a padecerlas.

La evolución de esta conducta es variable. En algunos casos los síntomas no son muy importantes, disminuyen con el tiempo o se hacen soportables y pasan casi desapercibidos en la vida cotidiana. En otros casos se van agravando y necesitan de tratamiento.

Lavarse las manos 20 veces al día, ordenar constantemente, caminar sin pisar las rayas, comer siempre a la misma hora, darle vueltas a un mismo pensamiento durante horas… Mucha gente sufre obsesiones o se tortura con conductas repetitivas. Para uno mismo supone una limitación y una fuente de ansiedad; para los otros, convivir con alguien obsesivo puede llegar a ser realmente difícil.

La obsesión compulsiva pertenece, en términos psicológicos, a las patologías relacionadas con la ansiedad. Las personas que la sufren se enfrentan a pensamientos preocupantes que les rondan constantemente. Se sienten obligados, para frenarlos, a realizar una serie de rituales particulares (compulsiones).

Obsesiones más comunes

En este tipo de trastornos normalmente se unen dos factores: una obsesión y una compulsión. Pero, ¿qué ocultan estos términos?

Todos tenemos pequeñas manías y nos obsesionamos alguna vez con algo. Pero ¿cómo saber si estamos ante un verdadero comportamiento obsesivo o compulsivo? A continuación te presentamos una lista de situaciones que pueden plantearte problemas en la vida cotidiana. Si sufres más de tres, tal vez deberías plantearte que tienes un problema compulsivo:

  • Miedo permanente a las bacterias, los gérmenes y la suciedad. Ello entraña comportamientos rituales como lavarse las manos constantemente, evitar estrechar la mano de la gente, limpiar constantemente el lugar trabajo, evitar los baños o cabinas telefónicas públicas…
  • Dudas sobre lo que acabamos de hacer: ¿hemos cerrado la llave del gas, cerrado la puerta, apagado la luz? La persona obsesiva verifica constantemente las cosas que hace.
  • Pensamientos violentos o de índole sexual a los que no queremos ceder, para lo cual realizamos una serie de rituales que nos ayuden a contenernos.
  • Obsesión por el orden, la simetría, lo que nos hace ordenar constantemente las cosas y agobiarnos si algo cambia de lugar o no está colocado como querríamos (una toalla, un adorno, los papeles de la mesa…).

 

Estos rituales no procuran ningún placer especial al enfermo, pero se siente obligado a hacerlos para evitar otros males. Quien padece obsesiones suele darse cuenta de que sus comportamientos no son normales, pero no puede evitarlo.

Muchas personas padecen de vez en cuando estos síntomas (como ciertas supersticiones, el miedo a que se cruce un gato negro…), pero hablamos de obsesiones cuando estas conductas pueden robar a quien las padece una hora o más diaria de su tiempo e influyen negativamente en su vida (llegar tarde al trabajo por asearse, no poder hacer ciertas cosas, evitar viajar…).

Este tipo de conductas suelen acompañarse frecuentemente de depresión, problemas de alimentación (anorexia, bulimia) y manifestaciones de ansiedad. Para huir de la presión de este tipo de conductas la persona puede refugiarse en el alcohol, las drogas y perjudicar seriamente su vida social, personal y laboral.

Normalmente estos problemas comienzan en la adolescencia o al comienzo de la edad adulta y existe una tendencia familiar a padecerlas.

La evolución de esta conducta es variable. En algunos casos los síntomas no son muy importantes, disminuyen con el tiempo o se hacen soportables y pasan casi desapercibidos en la vida cotidiana. En otros casos se van agravando y necesitan de tratamiento.